jueves, 10 de marzo de 2016

Prudencia: virtud fundamental del hombre.

Muchos identifican a la prudencia como el hablar o actuar en el momento indicado, el quedarse callado y la búsqueda de evitar problemas. Ciertamente son buenas definiciones prácticas, pero la prudencia abarca mucho más que eso. Actualmente es necesario ejercer esta virtud en la vida diaria, pues es fundamental para el hombre en cuanto que abarca todos los aspectos de su vida: relación con Dios, relación consigo mismo y relación con los demás. En la historia de la humanidad existe al menos un hombre, aparte de Cristo, que es reconocido por la Iglesia Católica como un modelo de prudencia: San José. Este santo nos ayudará a entender cómo vivir la prudencia.


El catecismo de la Iglesia Católica, menciona que la prudencia es “la virtud que dispone a la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo” (CIC 1806). Esto quiere decir, en pocas palabras, que la prudencia es la capacidad que tienen los seres humanos de poder reflexionar y ejercer la libertad. Gracias a la inteligencia del hombre, éste puede reflexionar sus experiencias de una forma continua analizando lo que vivió, haciendo y respondiendo preguntas y repitiendo varias veces lo que tiene en su memoria con la finalidad de buscar algo bueno para sí, trascender el conocimiento y llegar a nuevos descubrimientos. La prudencia nos invita a que, una vez identificado el verdadero bien de la situación y los medios correctos para alcanzarlo, se tome una decisión ejerciendo nuestra libertad que nos lleva a una autorrealización, es decir, la prudencia lleva a la autorrealización personal.

Para Santo Tomás, la prudencia es “la regla recta de la acción”, pues conduce a otras virtudes y guía directamente el juicio de la conciencia. Por ejemplo: los señalamientos de tránsito indican a los conductores qué hacer en ciertas ocasiones (alto, no voltear a la derecha, no estacionarse, etc) para llegar a su destino; la prudencia en este caso sería como los señalamientos de tránsito, que indican a las acciones cómo deben de manifestarse. Puede haber muchos caminos que lleven al mismo destino, pero los señalamientos nos indican la mejor manera de llegar, pues así respetamos y cuidamos la propia integridad y la de los demás conductores.


San José es reconocido como un hombre prudente porque lo manifestó en lo poco que se sabe de su vida; él fue esposo de la Santísima Virgen María y padre de Jesús, era un hombre justo y dio su “sí” al misterioso plan de salvación. En el Evangelio de San Mateo se habla un poco sobre él, pero en ningún lugar se encuentran palabras de él mismo. San José es uno de los santos que reside en el silencio y del que se le conocen pocas acciones, entonces ¿cómo se le puede considerar un modelo de prudencia? Hay un gesto muy importante de San José que se puede encontrar en la siguiente cita bíblica: “La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados’… Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado y tomó consigo a su mujer” (Mt 1, 18-21.24). Comprendiendo la cita y su contexto se puede descubrir la prudencia de San José en relación consigo mismo, con la Virgen María y con Dios: primero consigo mismo pues al estar desposado con María y enterarse que ella estaba embarazada sabiendo que él no era el padre, se puede suponer que fue un golpe muy duro para su persona y debió considerar por amor y respeto a sí mismo que no tenía por qué quedarse con una mujer que le fuera a ser infiel, por lo tanto, cuidando el buen valor de su persona toma la decisión de repudiarla, es decir, dejarla; también fue prudente con María pues, a pesar de la situación, él la respetaba y no quería hacerle daño, pensó en todas las alternativas y las consecuencias de éstas, y al decidir repudiarla lo hace en secreto, de manera que no sufra las consecuencias de las tradiciones del pueblo; finalmente fue prudente con Dios pues se cree que era un hombre de oración, que buscaba, escuchaba y hacía la voluntad del Señor, y una vez recibido el mensaje del ángel aceptó su misión, pues teniendo a la voluntad de Dios como el bien máximo, realizarla es lo más prudente que puede hacer. Por consiguiente, la relación con María y consigo mismo cambió al ver las cosas bajo el designio de Dios.


A pesar de que no se tiene la certeza de más información real sobre San José, se cree que ante toda una vida silenciosa en las sagradas escrituras, dio testimonio de una vida ejemplar ejerciendo, entre tantas virtudes, la prudencia. Por ejemplo: era un hombre de oración, reflexionaba en el silencio, respetaba a los demás, era justo con todos, todos sus trabajos los hacía con amor, cuidó de Jesús y María, atendía y servía a los demás con gusto, era obediente, era un hombre siempre dispuesto y disponible, era fiel y casto, era considerado con todos, entre otras cosas. Pero, ¿cómo se manifiesta la prudencia en todas estas características que se acaban de mencionar? Aquí se encuentra la clave para que nosotros podamos vivir la prudencia: comprendiendo que esta virtud se vive bajo la reflexión y la toma de decisión de los medios justos para realizar un bien o un valor verdadero; al poner la voluntad de Dios como nuestro máximo valor y nuestro máximo bien, que es justo y verdadero, podremos realizar las cosas con amor y de la mejor manera, y la manera en que llegamos a descubrir Su voluntad es a través de la oración y de la reflexión.

Entonces, ¿qué debo hacer para ser prudente? Es muy sencillo: cuando vayas a hacer algo, cuando tengas que tomar una decisión o cuando no sepas cómo actuar, pregúntate ¨¿Qué haría Jesús en mi lugar? ¿Cómo lo haría Él? ¿Qué es lo que Dios quiere que haga en esta situación? ¿Cuál es la voluntad de Dios en mi vida?¨ De esta manera, todo lo que digas, pienses, hagas o no hagas será siempre con, por y en el amor. Así se ejerce la prudencia en relación con Dios, y por consiguiente en relación con uno mismo y con los demás, pues Dios siempre quiere lo mejor para uno y para todos. Es por eso que acciones tan sencillas que pueden reflejar otras virtudes, y también acciones tan complejas, como ejercer la vocación, siempre están enriquecidas por la virtud de la prudencia.


Es momento de ser prudentes, ¡no tengas miedo de preguntarle a Dios qué quiere de ti!


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