Cuando dos personas se juntan por amor y deciden formar una
familia. Siempre han sido personas buenas, honestas, de valores y ética,
justas, etc. Pero nunca se casaron por la Iglesia y/o nunca se bautizaron.
Cuando mueran, ¿no podrán ir al cielo?
Sí pueden ir al cielo.
Para recibir el sacramento del matrimonio se necesita haber
recibido primero el sacramento del bautismo. Es necesario entender que quienes
no conocen a Dios pero viven una vida digna y de acuerdo a su recta conciencia
también tienen la salvación: “Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de
Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su
vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través
de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna” (CIC
847).
Como Iglesia, es nuestra tarea acercar a esas personas al
conocimiento de Dios, el Papa Francisco en su exhortación apostólica “Amoris
Laetitia” nos dice: “Con el enfoque de la pedagogía divina, la Iglesia mira con
amor a quienes participan en su vida de modo imperfecto: pide para ellos la
gracia de la conversión; les infunde valor para hacer el bien, para hacerse
cargo con amor el uno del otro y para estar al servicio de la comunidad en la
que viven y trabajan” (AL 78).
También es importante recordar que “el sacramento del
matrimonio no es una
convención social, un rito vacío o el mero signo externo de
un compromiso. El sacramento es un don para la santificación y la salvación de
los esposos, porque su recíproca pertenencia es representación real, mediante
el signo sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia” (AL 72).
Judas se suicidó antes de que Jesús resucitara. ¿Judas se
fue al infierno o se salvó?
No se sabe con exactitud, únicamente Dios sabe dónde se
encuentra su alma. Es importante entender que la pasión, muerte y resurrección de
Jesucristo no es un hecho histórico-lineal, sino que se encuentra en la
plenitud de los tiempos, es decir, es para el pasado, presente y futuro. Jesús
abre las puertas del cielo para toda la humanidad en el momento de su
resurrección, es por eso que cuando muere, baja a los infiernos (donde se encontraban
las almas de todos los muertos) y libera a todos aquellos que murieron antes de
su llegada (CIC 633). Por eso todos los hombres de todos los tiempos vamos a
resucitar junto con Cristo. Esto significa que Judas, así como todos los pecadores,
vamos a resucitar; sin embargo después del la resurrección viene el juicio
final. No podemos olvidar que la justicia de Dios es la misericordia.
Al morir, el espíritu sale al encuentro de Dios y antes de
la resurrección sucede el juicio particular: la vida es el tiempo que tenemos
para aceptar libremente a Dios y como consecuencia de esto sucede el juicio
particular (CIC 1021). Después de este juicio, quienes mueren en gracia pasan a
estar con Cristo, quienes no se encuentran en gracia pero sí aceptaron a Dios
viven un proceso de purificación (purgatorio) en espera de la resurrección y
del juicio final (CIC 1031), y finalmente quienes no aceptan a Dios pasan a la
condenación eterna de estar fuera de Su presencia (infierno).
Sabemos que Judas se ahorcó, pero no sabemos si en el último
instante de su muerte se arrepintió y aceptó a Dios, por esta razón tampoco es
posible afirmar si Judas se salvó o no de la condenación eterna.
¿Por qué en la misa cuando se dice el “yo confieso” decimos
“por mi culpa”? ¿Si estamos confesados?
Porque nos reconocemos pecadores ante Dios y ante nuestros
hermanos.
La oración del “yo confieso” es parte del acto de contrición
de la misa, en esta oración nos reconocemos pecadores, mostramos
arrepentimiento de nuestros pecados de obra, pensamiento, palabra y omisión, y
rogamos a Dios, a sus ángeles y a sus santos para que nos perdone. Los pecados
veniales quedan perdonados si hay sincero arrepentimiento.
El ser humano está herido por el pecado y desgraciadamente a
veces cometemos pecados de manera inconsciente, es por eso que aunque estemos
confesados decimos esta oración y nos arrepentimos de los pecados que pudimos
haber hecho sin darnos cuenta, pues ofenden a Dios. Más que nada esto nos ayuda
a ser humildes y reconocer nuestra condición de pecado y la necesidad que
tenemos de Dios, así como el mantener una relación cercana de amor con Él en la
que se busque darle siempre lo mejor.